Recorro caminos que guardan momentos
y visito nuestros viejos santuarios,
abandonados y tristes, templos vacíos
Somos dioses, enterrados y muertos
Tu fría determinación
mató mi recuerdo
y me enterró entre tus olvidos
En medio del Jardín Guerrero,
cerca de la Catedral
Y mi alma se fue en un autobús,
se despidió de ti en la terminal
Es tu fantasma el que me acecha
en el corazón de esta tierra
que es gris y violento
Y te busco
de norte a sur,
poniente a occidente,
por la zonas erógenas de esta ciudad
Te busco en sus noches y callejones
te busco en cervezas y licores
y sólo en sueños te apareces
Te extraño
Extraño esa ciudad con olor a ti
que sabe a ti y se parece a ti
rústica y seca
colorida y tranquila
Extraño tu sonrisa,
grande, cual peña
Y tus ojos, bellos
como su cielo
Disculpa mi atrevimiento
Disculpa si no fui el que prometí
Disculpa si fallé
Todo lo que pude rescatar
ya no lo puedo alcanzar
Descansa distante,
pero latente
Sana su alma, oh ciudad
Llévame hasta ti
y a su encuentro
para explorar tu centro
y déjame quedarme ahí
Sana mi alma, oh ciudad
Tráela aquí
junto a mí
en sueños y visiones
deja que viva
en memorias
y canciones
miércoles, 4 de marzo de 2015
lunes, 22 de diciembre de 2014
Ella y él
Una fría noche de otoño, dos almas vagaban por los vastos espacios del mundo imaginario al que el hombre se había conectado, al que le había entregado voluntariamente y con alegría su tiempo: el internet. Fue ahí en dónde se habían reconocieron, el punto de encuentro virtual de dos espíritus errantes. Se acompañaban desde hacía siete años en silencio, se miraban de vez en cuando, pero nunca se atrevieron a hablar. Ella apareció en su vida como aparecen las nubes en primavera, sin avisar; como si hubiese escuchado un grito desesperado del otro lado del monitor, como si una voz la llamara. Ambos eran ficciones que se enamoraron por razones irracionales. No se puede amar a una ficción, no se puede querer a quien no se conoce.
Después de siete años, ella dio un paso al vacío y lo saludó. Él no lo podía creer. Él estaba enamorado de su sonrisa desde la primera vez que apareció en su pantalla, ahora los pixeles que contempló con una sonrisa durante tanto tiempo cobraban vida de la forma más inesperada. Hablaron de manzanas e internet, rieron y platicaron toda la noche ¡Dios bendiga a las manzanas!. Un intercambio de letras y nada más. "Una noche y nada más", pensaba él, cuál fue su sorpresa que a la mañana siguiente ella lo saludó y la charla continuó, sin decir hola ni decir adiós. Se acostumbraron a su solitaria compañía, casi imaginaria. Caminaban por sus respectivas ciudades sosteniendo sus celulares, como si sostuvieran la mano del otro en la suya. Conocían sus problemas y sus sueños, conocían sus gustos y disgustos, o eso creían. En el internet uno puede ser lo que quiera, un príncipe o una princesa, sin importar el género.
La charla parecía eviterna, pero a ninguno de los dos parecía molestarle. Incluso él intentó alejarse, consciente del peligro que corría, no quería enamorarse, "Es estúpido, inmaduro e imposible", se repetía, así que dejó de hablarle por una semana exactamente, pero el domingo empezó a extrañarla. Ella estuvo presente en el otoño y en el invierno, todos los días, ¿cómo iba a olvidarla así? Y así, se fue entregando despacito a sus sentimientos tan dañados, tan maltratados, "Hola", la saludó una vez más y charla continuó. Sus intentos de resistirse fueron en vano. Poco más que inútiles. Ella se había colado en su mente y pronto, se apoderaría de su corazón.
Él creció solo, sus padres ausentes, su padre un poco más, es por eso que valoraba cualquier compañía como se valora un tesoro, incluso cuando la compañía era muy mala o incompleta. Soñaba despierto y construía futuros en su mente, eso de nada le sirvió. Se sumergía en libros y viajaba por el mundo sin salir de su habitación. Su bicicleta era su nave espacial y recorría el universo sin salir de su colonia. Era muy callado. Odiaba la escuela, no precisamente por ser un mal estudiante, más bien odiaba a sus compañeros. Su vida era un desastre, quería ser rockstar y después quiso ser contador. Quiso ser todo y terminó siendo nada. En su lista de amores figuraban dos: el ideal, que consideró aburrido, y el funesto, que consideró divertido e interesante, pero en extremo destructivo. Su corazón era una suerte de olla vieja de la que nadie se quiere deshacer por aquél aguanta un poco más y sí, aguanta un poco más hasta que se rompe y causa un desastre. Él creía en el amor por sobre todas las cosas, el amor era su Dios por encima de Dios, "El amor todo lo puede", decía, pero a veces ni él creía en sus pendejadas.
Ella creció completa, como crece cualquiera. Su madre murió cuando ella tenía veinte años; ése acontecimiento la marcó de una extraña manera. Parecía inmune a la muerte y a los sentimientos. Era una pared y cuando sonreía se veía su sonrisa incompleta, algo le faltaba. Le gustaba imaginar su vida como una tragedia y era muy callada. Construía su vida para cumplir sus sueños. Era una realista empedernida. No idealizaba el amor, pero tenía una idea de lo que era y con esa idea bastaba. Tenía sus convicciones bien firmes y era un poco necia. Su madre solía decir que el que la aguantara se iba a ir al cielo. Le gustaba bailar en pelotas cuando salía de la ducha, pero vestida y en público, le daba pena; era una ávida lectora que disfrutaba de un buen café o una cerveza bien fría con sus dósis de ficción, era todo un encanto posmoderno.
Él, intentando ser contador, ella, intentando ser enfermera. Él, un buen día, encontró el trabajo que necesitaba y ella lo acompañaba mientras estaba en la escuela. Una mañana ella le hizo saber que estaría alejada de su teléfono un rato y de sus dedos y corazón escapó un te quiero, en el rostro de él se dibujó una sonrisa, pero la contuvo y se espantó, "¿se puede querer así?". Ella le pidió perdón y él, sin otorgárselo, le respondió lo mismo; Paulina sonrió, pero en el corazón de ambos había miedo. El miedo que experimenta un astronauta al adentrarse al vacío, el miedo que experimenta un hombre al adentrarse en el mar por primera vez, el miedo a perderse y nunca regresar. El miedo a naufragar, pero en medio de la tormenta, decidieron navegar y la distancia entre ambos se volvió una excusa, sus corazones latían en sincronía divina y hacían el amor sin saberlo y en silencio, en la oscuridad sus soledades se volvían una y con los ojos cerrados, se besaban en la distancia, se abrazaban y se quedaban dormidos. Se empezaron a encontrar en sueños y en la mañana nadie estaba ahí, sólo un frío celular.
La distancia empezó a cortar, necesitaban tenerse entre sus brazos, su hambre del otro era tremenda, querían devorarse, y llegó el verano. Él estaba decidido a conocerla, sacó todos sus ahorros y viajó doscientos treinta y dos kilómetros para verla. En esos doscientos treinta y dos kilómetros tuvo doscientos treinta y dos pensamientos. Tenía pena, pero estaba emocionado. Tenía miedo, pero no claudicó. Tenía todo, pero se lo tragó. Era como un niño que viajaba a un parque de diversiones. No prestó atención al paisaje a pesar de verlo, sólo veía vacas y rancheros, cerros y praderas, la belleza en la simpleza de las carreteras pasó desapercibida. Viajó dos horas y lo recibió uno de sus amigos en la terminal. El primer día, lo pasó asustado, decidió que ése día no estaba listo, "está bien, porque seguro ella tampoco", Alfredo la llamó y le dijo que la vería al día siguiente, ella, resignada, se acostó boca arriba sobre su cama y se quedó mirando al techo, imaginando qué pasaría al día siguiente.
Amaneció y el sol trajo consigo una maraña de nervios que se apoderó de ambos, él fue con su amigo por una cerveza a un bar local y ahí se citó con ella. Pasó el tiempo y pasaron las cervezas, él creía que no llegaría, pero recibió su llamada. Salió del bar a su encuentro y la vio caminando sobre la acera. Un metro sesenta, aproximadamente, cabello castaño y largo, un vestido negro hasta las rodillas, su sonrisa nerviosa y su sonrojéz; cuando al fin se encontraron cerca, se saludaron y él la abrazó por todos los abrazos que le debía. Llegó la noche entre risas y palabras y su amigo desapareció, dejándolos en el balcón de su casa, a merced de la terrible noche y su irresistible encanto. Ella se inclinó sobre el balcón y mientras decía alguna nadería, él la tomó y la besó, sin pedir permiso. Él podía jurar que ése beso duró toda la noche, pero cuando abrieron los ojos, las estrellas seguían ahí como testigos de algo que parecía planeado por alguien más, en otro lugar. Ella sonrió y lo tomó para robarle más de eso que tanto le había gustado.
Y así duró un mes y tres, pero él, entre arranques de locura y ebriedad, la perdió, en un abrir y cerrar de ojos, se fue. Y él se quedó queriendo y ella siguió avanzando. Él se perdió en sí y ella se encontró a si misma. Él se fue, ella se quedó. Y él la cuida, pero ella no lo sabe, porque ella lo borró. Él ya no existe, el universo lo devoró y se fue en su bicileta a recorrer el universo. Prefirió perderlo todo a perderla a ella.
Después de siete años, ella dio un paso al vacío y lo saludó. Él no lo podía creer. Él estaba enamorado de su sonrisa desde la primera vez que apareció en su pantalla, ahora los pixeles que contempló con una sonrisa durante tanto tiempo cobraban vida de la forma más inesperada. Hablaron de manzanas e internet, rieron y platicaron toda la noche ¡Dios bendiga a las manzanas!. Un intercambio de letras y nada más. "Una noche y nada más", pensaba él, cuál fue su sorpresa que a la mañana siguiente ella lo saludó y la charla continuó, sin decir hola ni decir adiós. Se acostumbraron a su solitaria compañía, casi imaginaria. Caminaban por sus respectivas ciudades sosteniendo sus celulares, como si sostuvieran la mano del otro en la suya. Conocían sus problemas y sus sueños, conocían sus gustos y disgustos, o eso creían. En el internet uno puede ser lo que quiera, un príncipe o una princesa, sin importar el género.
La charla parecía eviterna, pero a ninguno de los dos parecía molestarle. Incluso él intentó alejarse, consciente del peligro que corría, no quería enamorarse, "Es estúpido, inmaduro e imposible", se repetía, así que dejó de hablarle por una semana exactamente, pero el domingo empezó a extrañarla. Ella estuvo presente en el otoño y en el invierno, todos los días, ¿cómo iba a olvidarla así? Y así, se fue entregando despacito a sus sentimientos tan dañados, tan maltratados, "Hola", la saludó una vez más y charla continuó. Sus intentos de resistirse fueron en vano. Poco más que inútiles. Ella se había colado en su mente y pronto, se apoderaría de su corazón.
Él creció solo, sus padres ausentes, su padre un poco más, es por eso que valoraba cualquier compañía como se valora un tesoro, incluso cuando la compañía era muy mala o incompleta. Soñaba despierto y construía futuros en su mente, eso de nada le sirvió. Se sumergía en libros y viajaba por el mundo sin salir de su habitación. Su bicicleta era su nave espacial y recorría el universo sin salir de su colonia. Era muy callado. Odiaba la escuela, no precisamente por ser un mal estudiante, más bien odiaba a sus compañeros. Su vida era un desastre, quería ser rockstar y después quiso ser contador. Quiso ser todo y terminó siendo nada. En su lista de amores figuraban dos: el ideal, que consideró aburrido, y el funesto, que consideró divertido e interesante, pero en extremo destructivo. Su corazón era una suerte de olla vieja de la que nadie se quiere deshacer por aquél aguanta un poco más y sí, aguanta un poco más hasta que se rompe y causa un desastre. Él creía en el amor por sobre todas las cosas, el amor era su Dios por encima de Dios, "El amor todo lo puede", decía, pero a veces ni él creía en sus pendejadas.
Ella creció completa, como crece cualquiera. Su madre murió cuando ella tenía veinte años; ése acontecimiento la marcó de una extraña manera. Parecía inmune a la muerte y a los sentimientos. Era una pared y cuando sonreía se veía su sonrisa incompleta, algo le faltaba. Le gustaba imaginar su vida como una tragedia y era muy callada. Construía su vida para cumplir sus sueños. Era una realista empedernida. No idealizaba el amor, pero tenía una idea de lo que era y con esa idea bastaba. Tenía sus convicciones bien firmes y era un poco necia. Su madre solía decir que el que la aguantara se iba a ir al cielo. Le gustaba bailar en pelotas cuando salía de la ducha, pero vestida y en público, le daba pena; era una ávida lectora que disfrutaba de un buen café o una cerveza bien fría con sus dósis de ficción, era todo un encanto posmoderno.
Él, intentando ser contador, ella, intentando ser enfermera. Él, un buen día, encontró el trabajo que necesitaba y ella lo acompañaba mientras estaba en la escuela. Una mañana ella le hizo saber que estaría alejada de su teléfono un rato y de sus dedos y corazón escapó un te quiero, en el rostro de él se dibujó una sonrisa, pero la contuvo y se espantó, "¿se puede querer así?". Ella le pidió perdón y él, sin otorgárselo, le respondió lo mismo; Paulina sonrió, pero en el corazón de ambos había miedo. El miedo que experimenta un astronauta al adentrarse al vacío, el miedo que experimenta un hombre al adentrarse en el mar por primera vez, el miedo a perderse y nunca regresar. El miedo a naufragar, pero en medio de la tormenta, decidieron navegar y la distancia entre ambos se volvió una excusa, sus corazones latían en sincronía divina y hacían el amor sin saberlo y en silencio, en la oscuridad sus soledades se volvían una y con los ojos cerrados, se besaban en la distancia, se abrazaban y se quedaban dormidos. Se empezaron a encontrar en sueños y en la mañana nadie estaba ahí, sólo un frío celular.
La distancia empezó a cortar, necesitaban tenerse entre sus brazos, su hambre del otro era tremenda, querían devorarse, y llegó el verano. Él estaba decidido a conocerla, sacó todos sus ahorros y viajó doscientos treinta y dos kilómetros para verla. En esos doscientos treinta y dos kilómetros tuvo doscientos treinta y dos pensamientos. Tenía pena, pero estaba emocionado. Tenía miedo, pero no claudicó. Tenía todo, pero se lo tragó. Era como un niño que viajaba a un parque de diversiones. No prestó atención al paisaje a pesar de verlo, sólo veía vacas y rancheros, cerros y praderas, la belleza en la simpleza de las carreteras pasó desapercibida. Viajó dos horas y lo recibió uno de sus amigos en la terminal. El primer día, lo pasó asustado, decidió que ése día no estaba listo, "está bien, porque seguro ella tampoco", Alfredo la llamó y le dijo que la vería al día siguiente, ella, resignada, se acostó boca arriba sobre su cama y se quedó mirando al techo, imaginando qué pasaría al día siguiente.
Amaneció y el sol trajo consigo una maraña de nervios que se apoderó de ambos, él fue con su amigo por una cerveza a un bar local y ahí se citó con ella. Pasó el tiempo y pasaron las cervezas, él creía que no llegaría, pero recibió su llamada. Salió del bar a su encuentro y la vio caminando sobre la acera. Un metro sesenta, aproximadamente, cabello castaño y largo, un vestido negro hasta las rodillas, su sonrisa nerviosa y su sonrojéz; cuando al fin se encontraron cerca, se saludaron y él la abrazó por todos los abrazos que le debía. Llegó la noche entre risas y palabras y su amigo desapareció, dejándolos en el balcón de su casa, a merced de la terrible noche y su irresistible encanto. Ella se inclinó sobre el balcón y mientras decía alguna nadería, él la tomó y la besó, sin pedir permiso. Él podía jurar que ése beso duró toda la noche, pero cuando abrieron los ojos, las estrellas seguían ahí como testigos de algo que parecía planeado por alguien más, en otro lugar. Ella sonrió y lo tomó para robarle más de eso que tanto le había gustado.
Y así duró un mes y tres, pero él, entre arranques de locura y ebriedad, la perdió, en un abrir y cerrar de ojos, se fue. Y él se quedó queriendo y ella siguió avanzando. Él se perdió en sí y ella se encontró a si misma. Él se fue, ella se quedó. Y él la cuida, pero ella no lo sabe, porque ella lo borró. Él ya no existe, el universo lo devoró y se fue en su bicileta a recorrer el universo. Prefirió perderlo todo a perderla a ella.
martes, 23 de junio de 2009
Tú
Si tan sólo pudiera volver a escuchar tu voz
Si tan sólo pudiera sentir tu aliento
Si tan sólo pudiera acercarme a ti
Si pudiera acariciar tu cabello
Si pudiera perderme en tus ojos otra vez
Mi mundo sería un lugar mejor
Mi universo envolvería nuestro amor
Sólo quiero que te acerques a mi
Sólo necesito que te acerques más a mi
Para caminar sobre tu vientre una vez más
Para devorar tus labios
Y beber de tus lágrimas
Para sentir en la oscuridad de nuestros párpados
a tu espiritu fundiéndose con el mio
Y callar tu boca cuando intentes manchar el momento con esas palabras
Que atormentan mi alma y agotan mi voluntad
Sólo quiero tenerte de nuevo
Sólo por un instante
Sentirte mia y de nadie más
Sentirme yo y nadie más
Y dejarte atrás
Y que siempre vivas
cómo una imagen en mi memoria
Cómo cicatrices en mi cuerpo
Cómo una pintura en mis labios
Cómo un dolor en mi corazón
Melancolía nocturna
Añoranza eterna
de una mente de memorias llena
Amantes sin futuro lentamente danzando
Entre las estrellas caminando
Dócilmente acariciando
sus rostros bajo la lluvia
viernes, 18 de enero de 2008
Lo más hermoso...
Eres una promesa vacía
Una silla vacia
Eres las fuerzas de los Dioses
Concentradas en un solo lugar
Eres un secreto a voces
Un cielo misterioso
Un sueño flotando
hacia el infinito cielo nocturno
Medellia, niña de mis ojos
Eres mi tristeza
Eres la razón por la cual escribo
Y si me dices que si
Yo te amaré igual
Y si tan sólo pudiera
Haría todo a un lado
Y te vestiría con perlas
Y te daría todo lo que me pidieras
Eres la única que distingo
Entre la multitud
Eres motivos vacantes
Inmutables, revelados
Medellia de mis ojos
Eres mi tristeza más pura
La razón por la cual aún camino
Y si me dices que si
Yo te amaré igual
Y si tan sólo pudiera
ser algo para ti
Lo que fuera
No importa cuán efímero o pequeño...
Eres las razones más tontas
Ocultas en la sonrisa de un pez dorado
Eres las estaciones inmemorables
En paz, al fin...
Una silla vacia
Eres las fuerzas de los Dioses
Concentradas en un solo lugar
Eres un secreto a voces
Un cielo misterioso
Un sueño flotando
hacia el infinito cielo nocturno
Medellia, niña de mis ojos
Eres mi tristeza
Eres la razón por la cual escribo
Y si me dices que si
Yo te amaré igual
Y si tan sólo pudiera
Haría todo a un lado
Y te vestiría con perlas
Y te daría todo lo que me pidieras
Eres la única que distingo
Entre la multitud
Eres motivos vacantes
Inmutables, revelados
Medellia de mis ojos
Eres mi tristeza más pura
La razón por la cual aún camino
Y si me dices que si
Yo te amaré igual
Y si tan sólo pudiera
ser algo para ti
Lo que fuera
No importa cuán efímero o pequeño...
Eres las razones más tontas
Ocultas en la sonrisa de un pez dorado
Eres las estaciones inmemorables
En paz, al fin...
miércoles, 26 de diciembre de 2007
Las Zapatillas de Mandrake
Las Zapatillas de Mandrake es una colección de ideas de un individuo relativamente interesante del cual no me gusta hablar: yo. Abrí este blog en el 2007 y lo usaba para expresar mi opinión sobre distintos temas, sin embargo fue esa inconsistencia temática la que llevó al blog al olvido. Hoy decidí retomarlo y borrar todas las publicaciones que consideré burdas para dedicarlo a mis poemas y cuentos cortos.
Sin más por el momento, los dejo para que disfruten del contenido.
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